«LA LEY DEL POYAQUE”, artículo de Antonio Gil Albarracín, historiador

Desproporcionado edificio construido en el área de protección del entorno de la Alcazaba de Almería, acosando los restos conservados de la muralla de la plaza (Foto: Antonio Gil Albarracín).

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Nadie piense en un arcano concepto del derecho romano o del napoleónico o del consuetudinario, en realidad es la contracción habitual en el sur de España de: “pues ya que” o “poyaque está hecho”, una especie de mantra que aboga por la aceptación de la realidad consumada por muy disparatada o presuntamente ilegal que resulte.

La ley del “poyaque” no ha sido aprobada por ningún parlamento y tampoco ha sido difundida como norma emanada de algún gobierno nacional, autonómico, provincial o local en cualquiera de los boletines o diarios a partir de cuya publicación adquieren vigencia sus órdenes y mandatos. Sin embargo dicha ley funciona de forma habitual en buena parte de España y especialmente en zonas donde la legalidad democrática aún continúa conviviendo con la política de hechos consumados, que en la mayoría de los casos son contrarios a la legislación vigente y por ello presuntamente ilegales.

Todos conocemos infinidad de edificios construidos en zonas rurales justificados como casetas para aperos agrarios, a pesar de que su volumen y habitabilidad desbordan extraordinariamente dicha presumible necesidad. Pero aplicando la ley del “poyaque” normalmente acaba legalizándose, casi siempre de forma aparentemente incomprensible o presuntamente corrupta; sin el más mínimo miramiento con el problema de haber ocupado zonas inundables y caminos públicos, de haber dañado monumentos históricos, con declaración o sin ella, y de haber causado la casi siempre irreparable destrucción de paisajes extraordinarios, apreciados por la población y, en muchos casos, aparentemente protegidos por la legislación vigente.

Se podrían enumerar muchos ejemplos de aplicación de la ley del “poyaque”; sin embargo, ante la limitación del espacio disponible nos dedicaremos a mostrar la aplicación dicha normativa durante las últimas décadas en algunos destrozos del patrimonio natural y monumental almeriense, aunque se podrían multiplicar las muestras en ésta y otras tierras de España, y acaso fuera de ella, donde impere dicha ley.

Una prueba de la aplicación la ley del “poyaque” es la canallada realizada con el magnífico aljibe Bermejo en el Campo de Acá de Níjar, de cuya existencia y valor di noticia a partir de 1982, incoándose su declaración monumental que sería efectiva el año 2000. Fue el primer edificio que recibió protección monumental en los Campos de Níjar. Una década más tarde llegaría el reconocimiento como B.I.C. del cortijo del Fraile.

El aljibe Bermejo acosado por la basura que desde el espacio expoliado invade visualmente el escaso que han dejado al monumento (Foto: Antonio Gil Albarracín).

El aljibe Bermejo era un edificio extraordinario, reconocido como aguadero comunal, que se conservaba tal como había sido concebido desde su origen: la conexión con su cuenca de alimentación lo convertía en un edificio funcionalmente vivo, pues cuando llovía se recargaba y servía como depósito de agua a los agricultores próximos y como abrevadero, con su correspondiente sestero, a los ganados que pasaban por la que presumiblemente había sido una vía romana y es parte del cordel de Almería.

En torno al cambio de milenio, observé con estupor que el canal de alimentación de dicho aljibe había sido bloqueado por un camino que destruyó la ordenación hídrica tradicional, acabando con la funcionalidad del edificio hidráulico; asimismo el sestero había sido ocupado, hallándose en construcción una nave que habría de servir como centro de reciclaje de un basurero de plásticos. Es evidente la necesidad de dicho servicio para recibir y tratar los derivados de los invernaderos agrícolas, pero difícilmente se podría justificar que se mutilara el único conjunto con protección monumental de la zona.

Puse el disparate en conocimiento por escrito de las autoridades municipales y medioambientales, que nunca contestaron por el mismo conducto, pero si oralmente, confirmándome que los sesteros de ganado y las obras hidráulicas comunales estaban entre los elementos patrimoniales más protegidos por la legislación española. No obstante, “poyaque” había sido ocupado, se buscaría la compensación del daño causado. Comprobé que la administración democrática, en distintos escalones, no cumplía la función de vigilancia que le compete y, más aún, que una vez puesto en su conocimiento el presunto delito, colaboraría en su encubrimiento. El resultado está a la vista: la mutilación del monumento, que perdió su función y ensanches, ocupados por un basurero de plásticos. En definitiva: el presunto delito consumado y la impunidad de sus autores.

Más reciente, el Mesón Gitano es otro caso presuntamente delictivo que ha destruido, de forma irreparable la falda meridional de la Alcazaba de Almería.

Cualquier intervención en zona amparada por protección monumental, por ser la Alcazaba de Almería y por ser parte de su casco histórico, se inicia con una excavación para conocer los restos arqueológicos existentes, previa al proyecto de intervención.

Edificio del Mesón Gitano, construido sobre el área de protección de entorno de la Alcazaba y las murallas de Almería, impidiendo prácticamente su contemplación (Foto: Antonio Gil Albarracín).

La actuación en la ladera meridional de la Alcazaba ha respondido a otra ilógica secuencia. Promovida y gestionada por el Ayuntamiento de Almería, la gestión de una importantísima partida presupuestaria procedente de fondos europeos ha sido encubierta como restauración del conjunto del Mesón Gitano, muy deseada desde hacía tiempo por amplias capas de la población. Dicha institución, mucho antes de cualquier prospección arqueológica, encargó el proyecto directamente al arquitecto elegido desde el principio; gestionó su aprobación por los diversos organismos implicados, que acabaron autorizándola, tras diversas presuntas teatralizaciones de disconformidad, superadas mediantes reformas cosméticas; otros de los implicados acabarían recurriendo a los Tribunales de Justicia. Alegando urgencia de cumplimiento de plazos, se iniciaron las obras a la vez que la campaña arqueológica. Desde el comienzo estaba previsto edificar un edificio rotundo de dimensiones desproporcionadas para dicho paraje, sin función conocida que hubiera de cumplir, acompañado de un brutal muro pantalla para la contención de una carretera que desde la inmediación de la Chanca, con la que tiene mala conexión, llegara hasta ahora a la puerta de la Alcazaba, sin salida para vehículos pesados.

El conjunto recuerda a un descomunal búnker, por mucho que se le quieran maquillar los perfiles de hormigón con vanos, coloración térrea y enredaderas, en el que se ha invertido una cantidad ingente de dinero. Ante el escándalo desencadenado en Almería y fuera de ella, la aplicación de la ley del “poyaque está hecho”, es una vez más recurso habitual, que en esta tierra ha dado casi siempre buenos resultados a sus fieles.

Además, en un futuro no lejano se recapitulará sobre la existencia de un tramo de carretera sin utilidad aparente y, “poyaque está hecho”, se acordará aprovecharlo conectándolo a poniente y levante, destruyendo lo que se oponga a su paso, consumando en el siglo XXI la construcción de uno de los ejes viarios que había proyectado el plan urbanístico de Prieto-Moreno, redactado en pleno franquismo, a mediados del siglo XX.

El ejemplo más conocido de la aplicación de la ley del “poyaque” es el internacionalmente conocido Algarrobico, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar que, tras un auténtico enjambre de sentencias,  algunas contradictorias, y recursos, por fin cuenta con una sentencia firme que acredita que estaba prohibido cualquier tipo de construcción en dicho solar, por tanto su construcción ha sido un delito.

Estructura del delito cometido en la playa virgen del Algarrobico (Carboneras), en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Foto: Antonio Gil Albarracín)

Su historia es suficientemente conocida y no voy a extenderme en ella, pero si recuerdo con estupor las declaraciones de un alto dirigente provincial, con mando en plaza que, a aquellos que consideramos que el respeto a la ley y su cumplimiento es la base de la convivencia democrática, nos llamaba, y se incluía, “tontos”, “poyaque está hecho” se ha de explotar para beneficio general.

Gran error que, en caso de prosperar sería en beneficio de los que han burlado la ley, han realizado el pelotazo, se han lucrado ilegalmente de él y han hurtado al resto de la población, para siempre, del bien natural o monumental del que disfrutaba.

Antonio Gil Albarracín

Doctor en Historia. Catedrático. Académico Correspondiente de la Reales Academias de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y de Nuestra Señora de las Angustias de Granada.

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2 Respuestas a «LA LEY DEL POYAQUE”, artículo de Antonio Gil Albarracín, historiador

  1. Jose dijo:

    Aquí se demuestra la falta de sensibilidad y escrúpulos de las construcciones faraónicas y en muchos casos inútiles que devoran el poco patrimonio histórico existente en algunas zonas , observando como se destinan grandes sumas de dinero en nuevas construcciones, necesarias muchas veces, pero cargadas de ostentación y lujo innecesario . Si la mitad de ese presupuesto se dedicase a la recuperación de antiguas construcciones no estaríamos enterrando nuestra historia milenaria por la que tantas culturas han pasado.

  2. yo dijo:

    O sea, que no tienes ni idea qué significa poyaque. Viene de pues ya que estamos aquí. No es aceptación a posteriori, sino expresión de anticipada de pillería e improvisación.

    Comencé a leer el artículo y lo deje por eso. Hay que saber hablar con propiedad.

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